Cuando me puse a buscar vuelos baratos de las low-cost para ir de Madrid a Praga con mi buscador de cabecera SkyScanner, me encontré con que el vuelo más barato era operado por SmartWings, una aerolínea low-cost checa. Los horarios me servían y tenía el mejor precio. Los comentarios en la Web eran buenos y malos, como pasa muchas veces, pero no me parecían tan malos, al menos no peores que Ryanair. Saqué los pasajes.
Salimos del aeropuerto de Barajas y llegamos en vuelo directo al aeropuerto de Havel de Praga (PRG), en sólo dos horas y cuarenta minutos.
Nos tocó un Boeing 737-800 con disposición de asientos 3+3:
Como era de esperar, no tenía pantalla de entretenimiento:
El espacio para las piernas era apenas aceptable, pero alcanzó:
El vuelo venía con una demora de veinte minutos pero se sumó una demora arriba del avión, con todos sentados. Según me informó la azafata, estaban esperando autorización para despegar. Tuvimos sesenta y cinco minutos de demora por eso! Sentados, con los cinturones abrochados. Fue un embole.
Luego, ya en vuelo, pasaban las azafatas con un carrito para vender bebidas y comidas, mayormente snacks, y no te dan ni agua. Literalmente. Pedí agua, sólo agua, y me la negó, explicándome que todo era de pago. “¿Querés agua? Pagala.” No me parece correcto, necesito decirlo. Ni Ryanair nos negó el agua.
Fue un vuelo low-cost con todas las limitaciones de servicio posible, pero con la excepción del equipaje, ya que la tarifa económica incluía equipaje en bodega de 15 kg pero, si el equipaje a facturar iba en una sola pieza, te permitían 23 kg. Es decir, una valija de 23 kg, como los vuelos normales, más el carry on de 10 kg. Por eso compré estos pasajes y lo volvería a hacer.
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